lunes


QUEMAR LIBROS A QUIEN DAÑA?

borges, en la biblioteca de babel, cuando habla de la tarea realizada por los Purificadores, que destruyeron millones de libros, le hace decir a su personaje:
"...Otros, inversamente, creyeron que lo primordial era eliminar las obras inútiles. Invadían los hexágonos, exhibían credenciales no siempre falsas, hojeaban con fastidio un volumen y condenaban anaqueles enteros: a su furor higiénico, ascético, se debe la insensata perdición de millones de libros. Su nombre es execrado, pero quienes deploran los «tesoros» que su frenesí destruyó, negligen dos hechos notorios. Uno: la Biblioteca es tan enorme que toda reducción de origen humano resulta infinitesimal. Otro: cada ejemplar es único, irreemplazable, pero (como la Biblioteca es total) hay siempre varios centenares de miles de facsímiles imperfectos: de obras que no difieren sino por una letra o por una coma".
Generalmente, la quema de libros produce más daño a quienes la realizan que a la misma existencia de los libros.
Hitler, Videla, Pinochet, Stalin, etc, no están y van a ser olvidados en algún momento.
Los libros que ellos quemaron, están entre nosotros...ah y no creo en la existencia del alma (todo esto está referido al título de una página del club de lectores que reza: el desalmado que quema un libro, ya había quemado su alma con anterioridad" y con intenciones de iniciar debates).
saludos, gente de letras
¿ES CIERTO QUE LA MUJER ARGENTINA VOTÓ POR PRIMERA VEZ EN 1952?

Las pioneras sanjuaninas (fragmento del libro "mujeres tenían que ser, de felipe pigna)
En San Juan fue donde primero se obtuvo el reconocimiento de los derechos políticos de las mujeres en nuestro país. Ya la Ley Orgánica Municipal de esa provincia, aprobada en 1908, no hacía diferenciación de sexo al establecer que los contribuyentes de tasas e impuestos municipales, mayores de 18 años, podían ser electores y presentarse como candidatos en el ámbito local.
Desde 1919, en la provincia comenzó a crecer la figura de Federico Cantoni, quien junto a su hermano Aldo —que antes había actuado en el socialismo y pasado brevemente por el naciente comunismo—, creó una escisión disidente del radicalismo, la UCR Bloquista.
Los Cantoni fueron «caudillos» populares, opuestos a Yrigoyen, pero con rasgos que claramente los diferenciaban de los «galeritas» de la fracción «antipersonalista» de la UCR, que actuaba en contubernio con las fuerzas conservadoras.
Elegido gobernador en 1923, «don Fico» Cantoni impulsó la primera experiencia de «constitucionalismo social» en nuestro país, que se concretó cuatro años después en la reforma provincial. El nuevo texto constitucional sanjuanino, además de reconocer derechos laborales y sociales, estableció en la provincia el sufragio universal, sin discriminación por sexo.
Ese mismo año, Eva Araya Pocous de Collado se convirtió en la primera mujer a cargo de un municipio en América latina, al ser nombrada comisionada en Calingasta
Las sanjuaninas votaron por primera vez en el orden provincial en abril de 1928, mientras que en el resto del país sólo lo hicieron los hombres, en las elecciones que pusieron por segunda vez en la presidencia a Hipólito Yrigoyen. Pero dos años después, cuando fue derrocado el «Peludo», se dio una situación muy curiosa.
El interventor federal nombrado por el general Uriburu consideró que el
voto femenino era «inconstitucional». La «fundamentación» esgrimida para semejante decisión muestra a las claras lo que se venía en el país con el golpe: como el artículo 16 de la Constitución Nacional establece que en la Nación no hay fueros especiales y todos sus habitantes son iguales ante la ley, cuyos derechos, según el artículo 14, se ejercen «conforme a las leyes que reglamenten su
ejercicio», y que según el artículo 5 las provincias deben adoptar el mismo sistema representativo que la Nación… si las mujeres no votan en todo el país, no pueden tener las sanjuaninas el «privilegio» de hacerlo.
Semejante argumentación en torno a la «igualdad jurídica» alcanza y sobra para entender por qué no es una exageración llamar infames a los casi trece años de nuestra historia iniciados en 1930.
La noticia no tuvo mucha repercusión en la «gran prensa» de la época, pero con su mirada atenta Roberto Arlt le dedicó en las páginas del diario El Mundo una de sus «Aguafuertes», donde tras informar la situación y denunciar la «esclavitud de la mujer» cuyo «brutal destino es dar hijos al Estado», cuestionaba la medida y apuntaba a las razones de fondo para que las mujeres estuviesen privadas del voto:
La mujer constituye un problema para el macaneador parlamentario que necesita votos y que los recolecta a granel entre un electorado de analfabetos semiborrachos y engañados con cualquier clase de promesa.
¿Con qué idioma le hablaría a la mujer el «orador profesional»? No es posible
largarle cuatro lugares comunes de los cuales dos se refieren a «patriotismo» y otros dos a cualquier otra pavada. […] El político actual fracasaría de hecho ante el criterio de la mujer. Estaría obligado a presentar proyectos que beneficiaran a su marido, a su hermano o a su padre, porque si no toda su lata se iría al diablo. Imagínense ustedes a un charlatán de comité frente a una asamblea de muchachas empleadas u obreras.
Le tirarían con las cajas de polvo o con los tubos de pintura. […]
Después hay otra cosa, y es su criterio positivo. La mujer se desinteresa en absoluto
por todo aquello que no es claro en su entendimiento. Y aquí ocurre esto: lo que es claro en el entendimiento de la mujer, es siempre factible. ¡No en vano tiene que
administrar su casa y meter muchas veces dos litros de agua en una botella, en la cual sólo cabe un litro!
Los políticos saben esto. Son burros casi todos, pero incluso los burros tienen su
astucia, y hasta ahora la astucia de toda esta gentuza ha consistido en evitar que le
ajusten las cuentas mediante el procedimiento más peligroso para ellos: el sufragio
libre.
Arlt remataba lamentando que:
[…] las mujeres no se han dado cuenta de la fuerza de que disponen entre sus manos. Viven sumergidas en los problemas domésticos, y el deber de todos nosotros, los que podemos escribir en los diarios, es despertarles la conciencia hacia el derecho que tienen y las consecuencias que pueden recoger al ejercerlo.
El caso es que en 1931, las sanjuaninas no pudieron votar. Recién lo harían en el orden provincial nuevamente en 1934, y en esa oportunidad tuvieron, al menos, un desquite: llevaron a su Legislatura a la primera diputada argentina y latinoamericana, Emar Acosta.